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Archive for February, 2011

Trascendencia de Dios

Trascendencia es un término de origen latino que significa «ascender más allá», sobrepasar, exceder los límites. Cuando decimos que Dios es trascendente, nos referimos a que Él está totalmente por encima de todo lo creado. No está sujeto a ningún limitación alguna. Él absolutamente independiente y está más allá de todo lo que existe.

Podemos hablar de la trascendencia de Dios en dos sentidos. En el sentido ontológico, el ser de Dios es completamente distinto a todo otro ser. No hay nada de criatura en el Creador. Es y será siempre «otro» inescrutable. Por lo tanto, epistemológicamente Dios excede también toda nuestra capacidad de conocimiento. Ninguna criatura puede abarcar a Dios con su conocimiento de criatura. Dios es misterio. Èl lo sabe todo, nosotros únicamente  podemos saber parte. Dios es totalmente puro, nosotros somos pecadores. Dios solo desea lo justo y bueno; nosotros deseamos con frecuencia lo malo y nuestros afectos son una mezcla de cosas buenas y malas.

Los escritores bíblicos captaron esa trascendencia de Dios, por ejemplo, con relación al tiempo. Dios es antes de la creación (Salmos 90:2). También percibieron su trascendencia respecto al espacio. El universo no lo puede contener (1 Resyes 8:27). Dios es santo (Oseas 11:9, Salmos 30:4). Él es exaltado y altísimo (Salmos 113:5-6, Isaías 55:8-9). Isaías habló tanto de la trascendencia como de la inmanencia de Dios (57:15).

El deísmo lleva la trascendencia de Dios a un extremo errado. Dios, en esta filosofía, es el Creador que se mantiene lejos y desconectado de su creación. Según los deistas, Dios creó un universo que se mantiene sólo. Él no está presente en las cosas que pasan acá abajo.

La enseñanza sobre la trascendencia de Dios tiene sus implicaciones. En primer lugar, el hombre no representa el máximo valor. Dios, el Creador, quién está muy encima de todo es el que da valor. Sin Dios no tiene sentido tratar de articular de manera alguna la valoración humana. Tal vez por eso, los movimientos humanistas modernos fracasan a la hora de establecer una ética y un orden basados en el valor del hombre. Sin un Creador, el hombre no es más que polvo cósmico.

Por otra parte, el entendimiento humano jamás podrá comprender la totalidad de Dios. Lo que Dios es y lo que Dios haca estará siempre plagado de misterios. Además los humanos nunca podremos conocer a Dios a partir de nuestra propia inteligencia. Lo que sabemos de Dios se lo debemos al hecho de que Él nos lo ha revelado. Si Dios no nos revela quién es él y cuál es su voluntad, nosotros permanecemos en la oscuridad. También es cierto que al amparo de nuestros propios recursos, nunca podremos acercarnos a Dios. Él es totalmente distinto y además es completamente justo. Sólo podemos acercarnos a Dios en la medida en que él se nos acerca. Él puede descender  hasta nosotros, pero para nosotros es imposible ascender a Él. Sólo él puede llevarnos consigo (Juan 14:1-6).

El hombre es criatura y Dios es el Creador. El hombre no tiene nada dios, cómo enseñan algunas religiones. Jesús es Hijo de Dios, porque descendió del Padre, estaba con el Padre desde el principio y es uno con el Padre (Juan 1:1, 3:12-13. 14:8-9). Nosotros somos hijos de Dios, porque somos criaturas suyas. Somos obra de sus manos, no la «imagen misma de sus sustancia» (Hebreos 1:1-3). Sólo podemos ir al Padre, por medio del Hijo (Juan 14:6).

 

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Dos términos se complementan uno al otro: Inmanencia y trascendencia. Estos no son atributos de Dios propiamente dichos, sino más bien son descripciones de su relación con la creación. Cuando pensamos que Dios está cercano y activo en su creación, decimos que es inmanente. Cuando pensamos que Dios es totalmente distinto a todo lo creado, decimos que es trascendente. Dios como tal, distinto y separado de su creación, es trascendente. Pero Él está también siempre presente y actúa según sus designios providencial y permanentemente en el universo. Por eso decimos que es inmanente.

Al pensar en Dios tenemos que mantener un justo balance entre estos dos conceptos. Si enfatizamos demasiado la inmanencia de Dios nos deslizamos al panteísmo y perdemos de vista el Dios personal. Si enfatizamos muchos su trascendencia, perdemos de vista la actividad divina y nos quedamos con un universo cerrado y un simple filosofía deista.

¿Qué significa decir que Dios es inmanente?  Hablar de la inmanencia de Dios es hablar de su presencia y actividad en el universo. Él está en todo su poder y devinidad en todas partes y en cada momento de todo lo creado. La inmanencia de Dios está relacionada con su omnipresencia. Dios está en todas partes. Él está presente y abierto a su creación. Por eso tiene sentido cuando nos dirigimos a él en oración.

En la biblia leemos que toda la creación depende del cuidado de Dios (Salmos 104:25-30). No existe lugar en que Él no esté (Jeremías 23:24). Dios está cerca de todos nosotros (Hechos 17:27-28). Dios es padre de todos. Está sobre todos, por medio de todos y en todos (Efesios 4:6). En el acto mismo de la creación, podemos ver la inmanencia divina (Gènesis 1:2 y 2:7). Dios providencialmente cuida de toda su creación (Mateo 5:45. 6:25-30, 10:29-30). Dios está presente en los procesos regulares y en las leyes naturales del universo. La naturaleza no existe independientemente de Dios. Sin Dios no hay nada. Pero Dios si existe sin la naturaleza. Antes de la creación, no había nada. Y todo lo que ahora existe depende de la voluntad de Dios.

Dios no está limitado a actuar directamente en el cumplimiento de sus planes. Él obra por medio de las cosas creadas y de los seres que él creo. Dios puede dar sanidad a una persona directamente o puede usar a los médicos que la están tratando. Dios tampoco está limitado a obrar por medio de creyentes o de su propio pueblo. Él puede usar incluso a sus enemigos para adelantar sus propósitos. Ejemplo de ello son Asiria (Isaías 8:1ss) y Ciro (Isaías 45). Debemos apreciar lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en su creación. No debemos abusar ni explotar los recursos naturales por avaricia. Además, también a través de las cosas creadas podemos conocer algo de Dios. Observemos por ejemplo la diversidad, el orden y la regularidad de la creación, que nos invitan a participar en ella organizada y responsablemente.

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As a concerned Christian, I have always been in search of effective ways to share de gospel and stimulate church growth. In the last few years I have become perplexed at the wide variety of incredibly powerful means at our disposition to successfully fulfill “The Great Commission” and promote healthy growth in our churches. We are definitely living a bonanza of communication possibilities. This is definitely the time to have a message and spread it out. It should be the era of evangelism for all the churches. However, evangelism is more that means and methods. Church growth involves much more than colorful pamphlets, impressively dynamic Web Pages, or HD YouTube clips. I would like to discuss in this article tow basic conditions necessary for effective evangelism.

 

First of all we need to be concerned about the needs of the unchurched people as they feel them, and we need to be aware of their particular preferences and styles of communication. This simply means that we need to learn from our Lord Jesus Christ to respect and love people, even those who do not belong to our Christian communities. Genuine love for others is the basis of successful evangelism. Loving others means appreciating their uniqueness, becoming interested in their opinions, finding ways to reach out to them no matter how far they are from us socially, culturally or even morally. Loving others involves listening to them when they talk about their problems, their sorrows, their needs, their dreams, or their lives. Before designing any form of advertisement, we need to ask ourselves if we really care for the people we want to reach. Are we ready to become their neighbors despite the fact that they are who they are, or do we want them to become like us before we extend to them our brotherly love? Do we genuinely love them or are we too impressed with ourselves to the point that all we want is to feel good about ourselves as we try to teach them our ways? Realizing that we are here to extend God’s love, patience and kindness to those who are far from him is the first step towards church growth. But love and kindness are not enough.

 

The church needs to have clear evangelistic objectives and we need to realize that people respond differently to the gospel proposal. What do we want? Do we want to maintain our programs and structures, or do we want to bring souls to Christ? Do we want our numbers to reflect the popularity of our church, or the people who are being saved by the blood of Jesus? Do we want people to become disciples of Christ and followers of the path set by the apostles, or do we just want personal friends to support our particular religious preferences? We need to make important decisions and have serious commitments regarding these questions in order to be successful in our evangelistic efforts. Additionally, along these lines, we need to realize that Jesus is not for every body. There are large segments of our population which are not ready to even take the basic steps to follow Jesus. There are however many people whose hearts are open to the plea of our Savior. Being an evangelistic church involves identifying those people and purposefully reaching out to them. Who are those people, where are they and how can we reach them? These questions must be answered. Let us plant the seed every where we are, but let us focus our efforts on the most fruitful ground!

 

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