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Archive for October, 2007

De cuando en cuando surgen en el horizonte de nuestras iglesias discusiones y comentarios sobre temas tales como la tecnología, las estrategias, los métodos, o la planeación. Entonces nuestras reacciones con frecuencias reflejan sentimientos opuestos de desconfianza y optimismo. Si planificamos, ¿no estaremos desconfiando de la providencia divina? Si diseñamos métodos, ¿no estaremos menospreciando el poder de Dios? Si echamos mano de las tecnológicas disponibles, ¿no le estaremos faltando al Espíritu Santo? Detrás de todas estas preguntas y sentimientos, yace la ambivalencia fundamental que nos plantea el asunto del poder del hombre. En el fondo, toda planeación, metodología o tecnología responde a una búsqueda de poder humano. Es nuestra respuesta frente a una situación que pensamos que podemos cambiar. Así pues, en realidad, para nuestra ética cristiana, la cuestión fundamental se reduce a definir si el poder humano es una vocación divina o una comezón malévola de nuestro corazón rebelde. Este asunto no debe tratarse con ligereza porque afecta todos los aspectos de nuestra vida cristiana.

               

Desde el principio del Génesis encontramos ya las tensiones planteadas por la ambivalencia del poder. Así en 1:26 leemos que el Señor al crear al hombre (varón y hembra) le encargó el dominio de Su creación. Sin más preámbulos, Moisés trazó en la primera página de su libro, a partir del inicio de la existencia humana, lo que sería la vocación de hombres y mujeres por todos los milenios que habrían de transcurrir. Antes que nada, el hombre fue creado ser-destinado a vivir como sujeto del mundo: hombre o mujer que ejerce poder, usa, crea y transforma la naturaleza. Sin embargo el Génesis circunscribe esta vocación divina dentro de dos grandes parámetros. Primero, el hombre debe ejercer su poder como imagen de Dios, es decir, como su representante en la creación. Y segundo, su acción debe ser comunicativa y solidaria, puesto que desde el principio Dios los creó “varón y hembra.” De hecho, la organización humana fundamental es la familia, núcleo esencial y representativo de la unidad que caracteriza al Dios trino que dijo: “hagamos al hombre a nuestra imagen…” . Sin embargo, si seguimos leyendo el Génesis, pronto encontramos la ruptura radical de esta vocación original.

               

En el capítulo 3, Satanás invita a Eva a descubrir un conocimiento que le permitiría ser autónoma de Dios. Bajo la imagen de una serpiente, símbolo de poder bien reconocido en los rituales mágicos de las religiones paganas, el diablo le ofrece a la mujer, también portadora de secretos mágicos según las creencias paganas, la codiciable sabiduría que ofrece una vida sin necesidad de Dios. Trágicamente Eva, sin pensar en su deber sagrado, ni en sus responsabilidades familiares y solidarias, acepta el ofrecimiento del diablo y lo comparte con su marido, quién sigue también la pauta de su mujer. Ahí aparece una nueva percepción del poder, el conocimiento y la técnica. Estos se vuelven instrumentos mágicos en manos de hombres y mujeres que rechazan ser representantes de Dios en el mundo, y para quienes la solidaridad importa poco. Así pues, el Génesis nos presenta dos versiones del poder: poder como vocación original de Dios y poder como seducción engañosa del diablo. La primera nos lleva a la vida; la segunda, a la muerte.

       

Entre estas dos alternativas es que tenemos que escoger. Ser cristiano no significa cruzarse de brazos y renunciar al poder. Una persona espiritual no es alguien que ni toma iniciativas, ni planea, ni usa las tecnologías, esperando siempre que Dios lo haga todo por él o por ella. La espiritualidad consiste en rechazar cada día la seducción del diablo a usar el poder con independencia de Dios, de la familia y de los demás; para reencontrar nuestra verdadera vocación humana como imagen de Dios, UNO y solidario. Esta vocación es la que debe marcar la pauta de todo lo que hacemos. Debe ser la directriz de nuestra acción evangelística, de la formación de nuestras iglesias, de nuestro desempeño laboral y de nuestra participación política. Es el destino y el derecho que nos fue conferido por creación. Ser redimidos, en sentido evangélico, significa ser liberados de la opresión diabólica que con engaños nos ha convertido en objetos, ya de nuestros propios deseos insaciables, ya de los proyectos avaros de otros.

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La evangelización es ante todo una labor que se realiza de persona a persona. Uno le cuenta la noticia a otro. Pero el impacto final de aquella labor personal lo determina en gran parte la iglesia local, porque es allí donde el que escucha el mensaje irá a ver lo que significa realmente la noticia en la vida de una comunidad. En la siguiente presentación se demuestra que la vivencia de la fe es el punto de partida para formar comunidades-iglesia desde donde se pueda realmente evangelizar en el siglo XXI. En mi sitio en

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